lunes, 19 de febrero de 2007

le conocí un día de sol

le llamaban jamfrei. No se parecía nada a Bogart. Sólo era un juego de palabras, de sonidos.
Detestaba a Bogart también. En España no era tan fuerte esa identificación de Bogart con el prototipo de hombre masculino.
La cultura de postguerra ha venido haciendo estos movimientos en los EEUU. Crear mitos para despedazarlos. Bogart, uno más. Ahora el ejercicio es entrar a saco en las vidas de los estrellos de aquellos años. Descubrir sus debilidades.
Los yankis descubrieron los aspectos seductores del cigarrillo, el humo, el cenicero. Había maneras de sujetar un pitillo, de exhibirlo, de integrarlo en la conversación. No había película sin humo. Ahora apenas dejan fumar en la calle incluso con viento fuerte.
Son señales que anuncian que algo se está desmoronando. Y no es una imagen de video repetida hasta la saciedad de una escena de guerra, con el simbolo más alto de ello viniendose abajo.
Es la sensación generalizada de que ya no da más de sí

le llamaban Jamfrei algunos. No se quién fue quién empezo a hacerlo. Quién descubrió aquel juego de personajes.
No se parecía en nada a Bogart.
Ahora siente alivio cuando ve que los telediarios lo anuncian. Señores, esto no da más de sí.
Algunos actores esperaban turno. Mientras Bogart chupaba cámara. Muchos no salieron en ninguna pantalla nunca y acabaron haciendo lo que podían. Luego siguieron lanzando estrellas como fuego de artificio.

Ahora que cada vez es más evidente que la película se acaba, algunos que permanecían lejos de los focos, avanzan lentamente.
Tienen nuevos rostros. Ya no pegan a las chicas. Ya no exhiben coitos porque el guión lo requiere y porque ya se sabe que no hay historia interesante sin sexo, violencia y un toque de frivolidad. Avanzan poco a poco.
Ya no buscan diamantes para las chicas y 007 para los chicos. Ya no exhiben camisetas sudadas, son silenciosos.
Se llaman Jamfrei o Marlin o Marnon. Y no soportan a Bogart

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